Jamás había imaginado que, en la ocasión menos
esperada volvería a encontrarme con ella. Recuerdo que Maricielo fue mi primer
amor y exactamente hace diez años el destino nos jugó una mala pasada, ocasionando
que ella marchase hacia otros rumbos, alejándose de mi vida. Pensé que al
marcharse ella, se llevaría todo, y así fue. Bueno se llevó casi todo, aunque
había olvidado llevarse sus recuerdos, esos que quedaron impregnados en los
rincones de mi memoria. Obviamente a mí me costó entender y aceptar tal
situación, ya que al ser ella mi primer amor, creí que sería mi único amor y
que duraría más allá de la muerte, sin embargo, no fue así.
No podía creer que después de tiempo volvería a
encontrarme con ella justo debajo del viejo árbol en la alameda. Al
encontrarnos ella dirigió su tierna mirada a los ojos de mi alma y entendí que
a pesar de transcurrido una década, el tiempo se había olvidado de pasar por
los senderos de mi corazón y borrar todo aquello que supuse estaba olvidado.
Permanecí inmóvil por unos segundos ya que no sabía
qué hacer, hasta que sentí que alguien me abraza por detrás y me dice: ¿amor,
la conoces?, sólo atiné a mover la cabeza. Saludé a Maricielo y le presenté a
mi enamorada. Luego antes de retirarme le dije que para mí era un gusto
volverla a ver luego de mucho tiempo. Seguidamente tomé la mano de mi enamorada
y me marché.
Esa tarde me fui a casa más temprano de lo normal y
lo primero que hice fue rebuscar en un pequeño baúl azul, algo que guardaba
desde hace mucho tiempo. Allí escondido entre otras cosas, empolvado y
amarillento, estaba la pequeña carta que Maricielo me había escrito cuando
cumplimos un mes de enamorados. Mientras leía la carta, recordé algunos
hermosos pasajes de mi vida junto a ella. Curiosamente el ambiente se adaptó al
momento, ya que de manera inesperada comenzaron a caer gotas sobre el techo,
una tras otra y sin descanso alguno. Me puse junto a la ventana para observar
esas lágrimas que venían del cielo. Sin duda alguna, las cosas no estaban bien.
Y es que no encontraba explicación ni lógica alguna respecto al revivir de mis
sentimientos; pues estaba en una relación con Ángela, mi hermosa compañera a
quien hasta ese momento creí amar. Esa noche me sentí vilmente estafado por mi
corazón y mis sentimientos.
Al día siguiente, instintivamente esperé con ansias
que llegase la tarde para ir a la alameda.
Y cuando así lo hice, no vi a Maricielo por ningún lado. Resignado me
fui a la cafetería que estaba al frente. Allí en cada sorbo de café, pensaba no
solamente en Maricielo, sino también en Ángela. Supuse que me estaba
apresurando, porque Maricielo se marcharía, ya que ella no tiene razón alguna
para quedarse en esta ciudad, y cuando así suceda, todo volvería a su cauce.
Sin embargo, cuando me encontraba en esa tertulia conmigo mismo, desde la
cafetería pude observar que Maricielo caminaba rumbo a la alameda, pero estaba
acompañada, venía tomado de la mano de un hombre.
Se sentaron en una de las antiguas bancas y él no
desperdiciaba ningún momento, ya que la abrazaba y acurrucaba entre su regazo.
Mi café se volvió más amargo al ver esa escena, pero reaccioné y dije: al fin y
al cabo, el amor es más que egoísmo, lo que importa es que ella es feliz,
aunque no conmigo a su lado. Además, yo andaba muy confundido.
No recuerdo cuantas tazas de café tomé esa noche,
pero esperé a que ellos se fueran de la alameda, para luego salir de la
cafetería. En ese lapso de tiempo, los minutos se convirtieron en una
eternidad, de esas en las que uno desea simplemente desaparecer de la faz del
universo. Esa noche llamé por teléfono a Ángela, para decirle que la amaba y le
agradecía por ser mi compañera, aunque yo, andaba confundido y desorientado.
Al parecer el café no hizo efecto, porque llegado a
casa, entre sentimientos de resignación, amargura y desconsuelo y sentado en el
viejo sillón me puse a leer “Ébano” de Ryszard Kapuściński. Y para ser más
exacto, cuando me encontraba entre las 10 primeras páginas, me quedé dormido en
compañía de mi gato, quien había decidido quedarse esa noche en casa.
Al día siguiente, Ángela fue a caminar conmigo. Nos
sentamos en el malecón, entre el verde gras y las flores. Yo estaba raro y mi
enamorada lo sabía, porque me dijo que se me notaba meditabundo y triste. Le
comenté que desde que volví a ver a Maricielo, estoy intranquilo, confundido y
angustiado. Ella me abrazó lo más que pudo, y yo devolví ese gesto con un doble
abrazo. Le dije que Maricielo había sido mi primera enamorada, de esas que se
tienen de chiquillos que son capullos en el amor. Permanecimos observando el paisaje, mientras
las aves hacían malabares de la tarde a la luz de los últimos rayos de sol.
Estaba cerca a Ángela, pero me sentía lejano. Mi corazón
era el culpable, sólo mi corazón.
II PARTE
II PARTE
Ese y los otros días evité transitar por la alameda
y los otros lugares en donde habían quedado las huellas de mi primer amor. Pero
sin querer, me crucé con Maricielo en la fiesta de carnavales de la abuela
paquita, a donde había ido por invitación de Ángela. Yo solía ser un bailarín y
pícaro, por lo que, en una de esas, saqué a bailar a Maricielo. Mientras los
pies danzaban, nuestras miradas se cruzaban, pero también se evitaban. Mientras
mi enamorada estaba atareada en la preparación de tragos ayudando a paquita, me
senté con Maricielo y le pregunté el motivo de su visita a nuestra ciudad.
Me contó que dentro de 3 meses se casaría y que había
venido con su pareja a pasar unas cortas vacaciones y además a recordar su
infancia. Traté de fingir que estaba feliz, aunque supongo que se me notaba, pero
le dije que me alegraba verla feliz y que debería de aprovechar al máximo su estadía
en nuestra pequeña ciudad, porque cuando uno ya forma una familia, difícilmente
visita a los amigos. Además, me llamó la atención que en la fiesta esté sola, cuando
le dije por qué no vino su novio, me dijo que él no es de fiestas ni de bailes.
Cuando le tocó interrogarme, me dijo “tu enamorada es muy linda” y que era muy
dichoso, en efecto le dije, soy galardonado de poseer el amor de una divina
mujer. Además, le dije que no tenía planes aún de casarme. Ángela se nos acercó
con unos tragos muy sabrosos, puesto que después de unos sorbos, ya sentíamos
sus efectos. Y sin darnos cuenta, allí estábamos los tres, riendo, recordando
infancias, recordando travesuras.
Mi enamorada tenía un vochito rosa, al que subimos
los tres, y con música en alto volumen marchamos por la ciudad. De pronto, mientras
estábamos entre las calles más transitadas, un Policía se nos acerca, y al
detectar que estábamos bajo los efectos del alcohol, nos detuvo. Sin imaginar, Ángela,
Maricielo y yo, estábamos en la carceleta de la Policía, obviamente no
consiente de nuestras actitudes y riéndonos de haberle ofrecido ron al Policía
que nos detuvo. A la madrugada vinieron por Maricielo, era su novio, quien muy
molestó pagó una fianza y se la llevó. Nosotros recién salimos al día
siguiente, pese a que el tío de Ángela era uno de los altos mandos de la comisaría, y hubiéramos salido en un santiamén.
Dormí casi todo el día, cuando desperté en el celular
tenía varios mensajes de Maricielo, quien reía de las travesuras de la noche. Además,
me decía si podíamos vernos en la alameda, pero que no le
dijera nada a Ángela. Llegado la tarde, allí estábamos sentados, con mucha más
confianza, riéndonos de haber acabado en una carceleta. Yo le dije que ahora ya
tiene antecedentes policiales, y los que tienen antecedentes policiales ya no pueden
casarse, a lo que ella replicó diciendo que eso era mentira, porque era abogada
y lo que yo decía, era una tontería.
Me preguntó sobre mi relación con Ángela, y desde
cuándo estaba con ella. Obviamente yo receloso, no le dije todo. Ella me
confesó que tenía dudas sobre casarse, que tenía mucho miedo respecto a si
estaba haciendo lo correcto. Yo le dije que, si hay amor, no debería de haber
dudas. Con mucha seguridad le dije que antes de tomar esa decisión uno debe
pensarlo muy bien, y si ella ya tomó esa decisión, debía hacer todo lo posible
para que funcione. Al verme seguro en las cosas que le decía, la noté más fría.
Me despedí y luego pasé por la casa de mi enamorada.
Fuimos a cenar y a platicar sobre nosotros. Ángela me hizo una pregunta
incomoda ¿la amas? Te amo a ti Ángela, y eso es lo que
importa. Tu pregunta no tiene sentido, porque nosotros estamos 4 años de
enamorados, incluso ya debemos pensar en dar los pasos siguientes, eso fue mi
respuesta. Pero ella nuevamente replicó: “Fernando, el problema es que ayer me
di cuenta que ella te mira de una manera muy especial, y los ojos no saben
mentir”. Yo le conté que hoy había salido con Maricielo y le aconsejé como
amigo, respecto a su relación, y la inmensa alegría que me daba que ella ya
formase una familia. Al terminar de hablar, sentí mucha tranquilidad en el rostro
de Ángela, la cual me permitió dar un respiro profundo, debido a que todo estaba volviendo a su normalidad supuestamente.
III PARTE
III PARTE
Después de un momento de silencio, Ángela
dijo algo que me dejó helado: “Yo pienso que debemos terminar, porque tú todavía
sientes amor por ella, Eso es innegable, y es por mi bien y también es por tu
bien”. No supe de qué manera reaccionar, pero le dije ¡estás hablando tonterías!
Inmediatamente quise abrazarla, pero ella se alejó y las lágrimas invadieron su
rostro. No sabía que hacer, sólo me quedé en silencio. Ella tomó su bolsa y se
fue, yo me quedé también embargado en tristeza y lloré amargamente.
Al día siguiente fui a la casa de
Ángela, pero me dijeron que se había ido de viaje muy temprano, con rumbo a la
casa de sus padres que queda al sur del país. Su teléfono estaba apagado, no había
forma de hablarle. Mientras estaba en mi cuarto, sonó mi celular. Era Maricielo
quien llamaba para despedirse, ya que adelantaba su retorno junto a su novio y
se iban. Quedé devastado, pero de todos modos le dije que fuese muy feliz.
Recuerdo que le llame a mi amigo lucho
y nos fuimos al bar, allí él llamó a dos de sus amigas, quienes nos hicieron compañía
hasta el día siguiente. Yo les pedí seguir tomando, porque no quería regresar a
mi casa, debido a que mis pesares retornarían. Cobarde como siempre, estaba
tratando de evitar el sufrimiento que había invadido hasta mis tuétanos. Me fui
a la casa de lucho, allí dormí y al hacerlo recobré paz, pero al despertar nuevamente
se encendió el fuego del sufrimiento, que poco a poco iba consumiendo mi ser.
Qué hacer, a dónde ir, en quién acudir,
cómo seguir, son preguntas que invadían mi cabeza, pero no encontraba respuesta
alguna. Y pensar que, hasta hace unos días, era feliz y hoy la vida me hacía
revolcar en el fango del dolor. No lo podía soportar más, quería que mi cuerpo vuelva a ser polvo y de esa manera, se diluyan estos funestos sentimientos.
Tomé mi mochila y lo llené con alguna
ropa que tenía, serví mucha comida para el gato y me despedí por unos días. Iba
a la casa de mi abuela Elena, quien, desde siempre, me cobijaba en su regazo. recuerdo que cuando de niño, me caía de la bicicleta, ella corría a secar mis lágrimas.
Hoy la buscaba, pero para secar mis lágrimas del corazón. Llegué casi a
oscuras, me abrazó, y sin más me puse a llorar en su regazo. Ese día lloré con
todas las lágrimas que tenía.
Estar unos días con ella, me sirvió
mucho, pues cuando volví, el dolor había disminuido. Cuando estaba
en mi cuarto acariciando al gato, el celular sonó, era Maricielo, quien me decía
que mañana volvía a la ciudad, ya que había terminado con su novio. Mi dolor
disminuyó aún mucho más, pero también se encendía una voz furibunda en mí, que decía: “Ni piense que yo
voy a ir corriendo a sus brazos”. Estaba decidido a dejar el pasado atrás, eso
incluía olvidar a quienes amé, y también de quienes recibí el puñal del
sufrimiento.
* La cuarta parte de la novela corta, sale el 27 de diciembre de 2019.
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