La conspiración truncada de una segunda rebelión de Huánuco en 1813

La conspiración truncada de una segunda rebelión de Huánuco en 1813


Luego del levantamiento emancipador de los pillcomasicunas[1] de Huánuco en 1812, donde los pueblos de los Panatahuas, Huamalies, Ambo y Huánuco, expulsaron de esta jurisdicción a los españoles chapetones[2], llegando a formar la primera junta de gobierno autónomo en los territorios del virreinato del Perú, sin embargo este atrevimiento y osadía de soñar por una república independiente, fue contrarrestado y neutralizado por el intendente de Tarma, Don José Gonzáles de Prada, quien por órdenes del virrey José Fernando de Abascal, llegó a Ambo y en un enfrentamiento derrotaron a los rebeldes huanuqueños.

Posteriormente y por orden de La Real Audiencia de Lima, fueron fusilados y ahorcado en la plaza de armas de Huánuco, Don Juan José Crespo y Castillo,  José Rodríguez y Norberto Haro respectivamente. Por su parte, uno de los ideólogos de la rebelión, el fray agustino Marcos Duran Martel fue condenado al destierro. Sucedido todo ello y creyéndose apaciguado los ánimos, se retiró Don José Gonzáles de Prada, dejando en guarnición y cuidado a la ciudad de León de Huánuco.

Pero no fue en vano el sacrificio de los inmolados, ya que al ofrendar sus vidas, sembraban también semillas de emancipación; semillas que al poco tiempo germinaron, puesto que la misma noche en la que el ejército Real abandonó suelo huanuqueño, empezaron a escucharse murmuros y hablillas escandalosas, y así en las noches sucesivas se oían cantares alusivos y corillos que en los diferentes pueblos desde Panao, Ambo, Huamalies y Huánuco, hacían crecer de manera unánime, la indignación de estos leones, que derrotados lamían sus heridas, sin embargo también afilaban sus garras.

Con el sinsabor de la derrota, los pobladores de estas comarcas se preparaban porque más temprano que tarde, debía gestarse una segunda insurrección en el valle del pillco. Y eso lo sabía muy bien el subdelegado de Huánuco, Don Diego García, quien era de la opinión que el movimiento insurrecto de febrero de 1812 sólo estaba sofocado y que existía en el pueblo una decidida inclinación a sacudirse de la triste condición de vasallos.[3]

Luego de promulgado la Constitución de Cádiz y llegado el momento de la elección de diputados de las cortes ordinarias en todas las intendencias del virreinato del Perú,  en tierras huanuqueñas en los primeros días de enero de 1813, apareció en las paredes del cabildo un pasquín amenazante en el que se recordaba los días dolorosos del 22 y 23 de febrero del año anterior y además se anunciaba que las campanas de la iglesia mayor darían la señal nuevamente para otro levantamiento. Asimismo  en el pasquín se recomendaba que los chapetones hagan confesión general. Y cuando la población menos se lo esperaba, este hecho volvió a repetirse, ya que un nuevo pasquín apareció frente a la casa del subdelegado, a quien se le amenazaba de muerte.  

El 15 de enero, en las vísperas de la elección parroquial y cuando todo Huánuco dormía, sonaron efectivamente las campanas de la iglesia mayor (hoy catedral) y todos los habitantes se levantaron despavoridos y asustados porque recordaron el contenido de los pasquines y además temían que nuevamente las comunidades tomen por asalto la ciudad, así como el año pasado. Inmediatamente todos se dirigieron a la plaza de armas y encabezado por las autoridades revisaron las instalaciones de la iglesia, pero no encontraron a nadie.  

Sucedido ello, esa misma mañana en el día de la elección parroquial se dio cita, Don Diego García (subdelegado de Huánuco), Don José de Binia (ayudante mayor de infantería de las Milicias provinciales unidas), Pedro Alvarado (subteniente de caballería), Don Manuel Talancha (sargento mayor de caballería de milicias urbanas). Los miembros del cabildo: Don Pedro Antonio Echegoyen, Cayetano Arteta, Juan Antonio Garro y el secretario Don Bernardino Cáceres. También se encontraban presentes dos hombres notables, Don Francisco Calero y Francisco Aranda.

Don Bernardino Cáceres, huanuqueño notable e inteligente y secretario del cabildo  en el día de las elecciones, manifestó que los vecinos debían elegir libremente y sin presión de las autoridades. Posteriormente Don Francisco Calero se dirigió al público desafiando a las autoridades y con palabras subversivas mencionó: “pueblo oprimido yo os defenderé, ya es tiempo que levantéis la voz con libertad, yo os defenderé”, repitiendo varias veces tales palabras ante el estupor y nerviosismo de las autoridades. Y luego Calero nuevamente con altiva voz, se dirigió al subdelegado Diego García a quien profirió: “Quítese usted la espada, pues a este acto no se viene en armas”, acto seguido el subdelegado embobado y muy atemorizado, se sacó la espada y la puso en la mesa, perdiendo de esta manera el principio de autoridad que se le había otorgado.  

Acontecido tales hechos, inmediatamente los españoles muy molestos y embravecidos, sindicaron de bullidor a Don Francisco Calero y acusaron a Bernardino Cáceres de ser autor de una segunda insurrección en Huánuco, de haber mandado a tocar las campanas y autor de los pasquines y amenazas, hecho por el cual, Cáceres fue remitido ante el virrey a Lima. Sin embargo este, valiéndose de mil argucias, y cerca a los actos conmemorativos de la batalla de Ambo en el mes de marzo, logró regresar a Huánuco a proseguir con su causa. Ese retorno ocasionó que cada vez más se escuchasen los cantares y corillos alusivos a un segundo levantamiento, y así mismo continuaron los pasquines amenazantes. Ante esa situación, y muy temeroso el subdelegado y los españoles que residían en Huánuco, decidieron que Bernardino Cáceres sea expulsado de la jurisdicción de Huánuco y le fuese prohibido regresar a estas tierras. Sólo de esa manera las incitaciones, los corillos y los pasquines dejaron de aparecer y la calma regresó a Huánuco.  
   
Por los hechos expuestos, y como señala el eminente Luis Antonio Eguiguren, era innegable que se venía gestando un segundo levantamiento en Huánuco en el año de 1813, sin embargo tales pretensiones fueron neutralizadas porque sus promotores fueron acusados y uno de ellos, irremediablemente expulsado de su tierra y por ende privado de sus sueños.

Quizá no llegaron a levantarse como en 1812, sin embargo, ad portas del bicentenario, los nombres de Bernardino Cáceres y Francisco Calero, huanuqueños gestores de una segunda insurrección frustrada, deben ser añadidos a las páginas del libro de la historia peruana, además para fortalecer la identidad regional, debe dárseles el sitial que merecen al lado de los valerosos Juan José Contreras, Juan José Crespo y Castillo, José Rodríguez, Norberto Haro y el agustino fray Marcos Duran Martel.
Imagen Referencial. (Fuente HistoriaPeruana)
Bibliografía: 
- Tentativa de Segunda Rebelión de Huánuco, Luis Antonio Eguiguren – Lima Perú 1912. - Espinoza Claudio, César (2011). "Borbones, liberales e Yngas en los Andes de Huánuco, siglos XVIII y XIX".  Investigaciones sociales 15, n. 27: 181-212. - Valcárcel, Carlos Daniel. "Perú Borbónico y emancipación". Revista de Historia de América. Núm. 50, diciembre 1960, pp. 315-438.
Píe de Página: 
[1] Termino en quechua para referirse a los habitantes del valle del Pillko. [2] Término  para referirse a los llegados de Europa, específicamente de España y que habitaron en este caso, Huánuco. [3] Tentativa de Segunda Rebelión de Huánuco, Luis Antonio Eguiguren.  

Artículo escrito por:

Pipiolo de Poeta y Blogger común y silvestre. Investigador y curioso en historia. Apasionado por el Derecho Constitucional. Partidario del federalismo. Autor del libro "Huellas de León". El amor es azul.💙 Yoel Ventura Rivera

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