Papá: “El peluquero cortaorejas”

Papá: “El peluquero cortaorejas”


Cuando muchos hicieron los rituales de año nuevo para que este 2020 los sorprendiese, nadie se imaginaba que la sorpresa sería de tal magnitud. Ni los más destacados brujos y adivinos pudieron prever lo que se venía.

En occidente hay un dicho para referirnos a algo como un “cuento chino”, cuando aquello del que se habla es irreal y hasta fantasioso. De la misma forma, los productos chinos tienen fama de no ser de buena calidad. De Allí si algo es Made in China, no tendrá duración, aplica ello al amor que muchas veces prometimos o nos prometen, pero dura tan igual que un producto chino. 

Pero como siempre hay excepciones a la regla,  lo que en principio lo tomábamos como broma, hoy golpea nuestras sociedades. El “Covid”, un virus made in China, ha llegado para quedarse por mucho más tiempo del que imaginábamos. Hemos respondido escondiéndonos en nuestras cuevas, poniéndonos a buen recaudo, aunque algunos desafían las medidas sociales.

Lo malo de la cuarentena, es que nos obliga a adaptarnos a rutinas antes jamás pensadas. Prácticamente estamos en una especie de arresto domiciliario, pero es por protegernos. El gobierno ha establecido que sólo atenderán lugares que expenden productos de primera necesidad, es decir alimentos, y nuestra querida cerveza ha sido relegada. Pienso que el alcohol también debería ser declarado producto de primera necesidad, así sobrellevar la cuarentena, sería mucho menos estresante.     


A todo esto, parece que si continua la prolongación de la cuarentena, el país irremediablemente se va a quedar sin rubias. Asimismo, también se escuchan voces de personas culpando a la cuarentena de la gordura irremediable, pero muchos ya se encontraban “buchisapas” antes que inicie la medida de aislamiento social.  

En el caso de los varones, es obvio que si no visitamos al barbero o peluquero, en cuestión de semanas, ya tenemos el look israelita. Pero ¿cómo evitamos eso, si no hay peluquerías abiertas? En mi caso, recuerdo que de pequeño, Papá me cortaba el cabello, y no lo hacia nada mal. Así que por evitar tener el cabello largo, se me ocurrió decirle que me cortase el cabello. Sin dudarlo, él con tijera y peine en mano, comenzó con el acto de trasquilar. Incluso me dijo que podía diseñar el camino de los piojos. 

Cuando ya casi iba terminando, y a esa altura, él creyéndose un peluquero de experiencia y dándose aires de sabedor, no sé si de manera accidental o con acción de dolo, pero se le fue la mano, y con la tijera terminó por cortarme una parte del oído. No lo podía creer, estaba siendo desfigurado por mi propio progenitor. 

La sangre empezó a brotar, de la misma forma, también las carcajadas de los primos y tíos que espectaban dicho acontecimiento. Tomé mi oído y la abuela después de unos minutos acudió a mi ayuda. Sus risas se borraron de sus rostro al ver que la sangre no paraba. Hasta yo me asusté, incluso por momentos pensé en hacer mi testamento ipso facto. 

El victimario no reconocía su accionar, al contrario, aducía que yo tenía la culpa, porque según él, moví la cabeza. Uno de mis tíos fue de la idea que lo denuncie, pero yo opté por la autocomposición, es así que le solicité a mi padre, que en compensación por el daño ocasionado, me diera un toro y, de esa manera todo quedaría saldado. Al final, salí ganando, porque tengo un toro y el cabello bien cortado, aunque tengo aún enyesado el oído.       

Artículo escrito por:

Pipiolo de Poeta y Blogger común y silvestre. Investigador y curioso en historia. Apasionado por el Derecho Constitucional. Partidario del federalismo. Autor del libro "Huellas de León". El amor es azul.💙 Yoel Ventura Rivera

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