Este artículo del autor, también se ha publicado en el "Diario Ahora" (29-08-2020)
La ciudad de Huánuco a lo largo y ancho de toda su historia, desde su fundación ha sido azotada por diferentes enfermedades (epidemias), ya que la población originaria al entrar en contacto con los europeos, también entraba en contacto con diferentes enfermedades importadas desde el viejo continente, generando muertes, desesperación y angustia generalizada.
Tomando lo que plantea el profesor Nassim Nicholas Taleb, muchos “cisnes negros” han sobrevolado el cielo huanuqueño, entre esos principales episodios oscuros, son las epidemias ocurridas, la primera en el año de 1632, la segunda entre 1714 y 1718 y la tercera entre 1719 y 1722, epidemias de viruela y la tercera, una especie de catarro-gripe con consecuencias fatales, principalmente para la población indígena originaria y mestiza.
Alfred Crosby plantea que “Al quebrarse el aislamiento del nuevo mundo cuando, Colón unió las dos mitades de este planeta, el indio americano se topó por vez primera con su enemigo más espantoso: no el hombre blanco ni su sirviente negro, sino los asesinos invisibles que esos hombres llevaron a su sangre y su aliento”. De las muchas primeras manifestaciones de epidemias causadas por enfermedades importadas, David Cook en su estudio “La catástrofe demográfica andina, Perú 1520-1620” (basado en las investigaciones de José Toribio Polo), señala que en el año de 1632 en Huánuco se desencadenó una primera epidemia de viruela, de regular intensidad en afectación.
Por su parte, el Padre Fray Bernardino Izaguirre, en su trabajo sobre la “Historia de las misiones franciscanas y narración de los progresos de la geografía en el oriente del Perú”, señala que una segunda epidemia se produjo entre 1714 y 1718 en la población de Huánuco, dejando "cuerpos en los campos donde fueron comida para los pájaros y perros". Esta epidemia se extendió en los pueblos y villas que eran parte del dominio de Huánuco.
Sobre la tercera epidemia, Henry Dobyns menciona que entre 1718 y 1722, dicha enfermedad apareció en Sacabaya, para luego extenderse desde el sur a la ciudad de Arequipa, Cusco y posteriormente a Huánuco. Asimismo, en una carta remitida al entonces virrey del Perú, don Fray Diego Morcillo por el cacique principal y gobernador de los pueblos del partido de Tarma, don José Calderón y Lara, señala que en Huánuco: “por el mes de mayo de este año (1719) se introdujo en los pueblos de dicho repartimiento la epidemia y peste general que ha corrido desde las provincias de arriba y se mantiene y existe con gran crueldad en todos los pueblos de dicho repartimiento”.
Tal y como relata el cacique, la población “indígena” al verse en medio de una epidemia y, aquellos que todavía no habían sido contagiados, dejaban el valle del pillco “huyendo de la peste, se han ausentado a otras remotas provincias”, situación que generaba que no haya quien preste ayuda a los que habían caído enfermos y por ende, el propio cacique relata “de que se recela que ha de seguir a la peste, su compañera el hambre...que ya se experimenta muriéndose muchos ya convalecientes por faltarles el natural alimento”.
En una reciente investigación, Gabriela Ramos (profesora de historia de América Latina, en la Universidad de Cambridge) en su libro titulado “El cuerpo en palabras: religión, salud y humanidad en los Andes coloniales”, sobre la epidemia sudamericana de 1718 - 1722, relata que “la enfermedad siguió el curso de las principales rutas comerciales de la época: tuvo su origen en Buenos Aires, continuó por el actual Noroeste argentino, causó importantes estragos en Potosí, siguió al Cuzco, donde causó 60 mil muertos, golpeó Arequipa y posiblemente llegó a Lima. Asimismo también atacó al Paraguay, Arica y también Huánuco”. Aunque Ramos afirma que “es posible que en Huánuco no se tratase del mismo fenómeno, sino que se hayan producido brotes epidémicos como resultado de la llegada de misioneros franciscanas a la región”.
No se conoce la cifra exacta de personas fallecidas en Huánuco, pero el Tribunal de Cruzadas de Urna de Lima, en una carta enviada al Rey de España en 1721, menciona que "de las relaciones que an embiado los Parrochos, Corregidores de diferentes Pueblos, Villas y Ciudades; resulta ser el número de las personas que an muerto quatro cientas mil..." en el virreinato del Perú.
Ante los brotes de pandemias en las jóvenes ciudades coloniales, las autoridades tomaban medidas de cuarentena y aislaban a la población, cerrando las rutas comerciales y vías de comunicación. Asimismo, las muertes generadas en las personas, fueron usados por algunos misioneros como parte de su discurso, ya que argumentaban que eso se debía a los pecados y que la gente tenía que convertirse de su mal camino. De la misma forma, algunos líderes comunales emitian discursos culpando a la población por haberse convertido al cristianismo y el mal que les había sobrevenido, era la ira y furia de los dioses andinos.
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